La obra de Dios, el carácter de Dios, y Dios mismo II (Parte 5)

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Acerca de Job

Una vez sabido cómo superó Job las pruebas, la mayoría de vosotros querrá probablemente conocer más detalles sobre Job mismo, sobre todo en relación con el secreto por el que obtuvo la alabanza de Dios. Así que hoy, ¡hablemos de Job!

En la vida cotidiana de Job vemos su perfección, su rectitud, su temor de Dios y que se apartaba del mal

Si vamos a analizar a Job, debemos comenzar con la valoración que sale de la boca de Dios mismo sobre él: “no hay ningún otro como él en la tierra, un hombre perfecto y recto, que teme a Dios y se aparta del mal”.

Conozcamos primero algo de la perfección y de la rectitud de Job.

¿Qué entendéis vosotros por “perfecto” y “recto”? ¿Creéis que Job era irreprochable y honorable? Esta sería, por supuesto, una interpretación y un entendimiento literales de “perfecto” y “recto”. La vida actual es indispensable para comprender de verdad a Job; las palabras, los libros y la teoría por sí solos no proveerán respuestas. Comenzaremos observando la vida hogareña de Job, cómo era su conducta normal durante su vida. Esto nos informará sobre sus principios y sus objetivos en la vida, y también sobre su personalidad y su búsqueda. Ahora, leamos las palabras finales de Job 1:3: “este hombre fue el mejor hombre de todo el Este”. Lo que estas palabras están diciendo es que el estatus y la posición de Job eran altos, y aunque no se nos dice si era el más grande de todos los orientales por sus abundantes bienes, o porque era perfecto y recto, temía a Dios y se apartaba del mal, en general, sabemos que el estatus y la posición de Job eran muy preciados. Tal como lo registra la Biblia, las primeras impresiones de las personas sobre Job eran que se trataba de un varón perfecto, que temía a Dios y se apartaba del mal, y que poseía una gran riqueza y un estatus venerable. Para alguien normal, que viviera en un entorno así y bajo estas condiciones, la dieta, la calidad de vida y los diversos aspectos de la vida personal de Job serían el centro de atención de la mayoría de las personas; por eso debemos continuar leyendo las escrituras: “Y sus hijos fueron e hicieron banquetes en sus casas, todos tenían un día, y mandaban llamar a sus tres hermanas para que ellas comieran y bebieran con ellos. Y fue así, cuando los días de fiesta habían terminado, que Job los enviaba y los santificaba, y se levantaba muy temprano en la mañana para dar ofrendas de acuerdo con el número de todos ellos; porque Job decía: Tal vez mis hijos han pecado y maldecido a Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días” (Job 1:4-5). Este pasaje nos dice dos cosas: la primera es que los hijos de Job celebraban banquetes habitualmente, comiendo y bebiendo; la segunda, que ofrecía frecuentemente holocaustos, porque se preocupaba a menudo por ellos, temeroso de que estuvieran pecando, de que hubieran maldecido a Dios en sus corazones. En esto se describe la vida de dos tipos distintos de personas. El primero, los hijos de Job, celebraban banquetes con frecuencia debido a su opulencia, vivían de forma extravagante, se agasajaban para contentar su corazón, disfrutando de la alta calidad de vida que proporcionaba la riqueza material. Viviendo así, era inevitable que pecaran y ofendieran frecuentemente a Dios; sin embargo, no se santificaban ni ofrecían holocaustos por ello. Ves, pues, que Dios no tenía sitio en sus corazones, que no pensaban en Sus gracias ni temían ofenderle, y mucho menos renunciar a Él en sus corazones. Por supuesto, no nos centramos en los hijos de Job, sino en lo que este hacía cuando se enfrentaba a esas cosas; este es el otro asunto que se presenta en el pasaje, y que implica la vida diaria de Job y la esencia de su humanidad. Cuando la Biblia describe los banquetes de los hijos de Job, no se le menciona; sólo se indica que ellos comían y bebían juntos a menudo. En otras palabras, él no celebraba banquetes ni se unía a sus hijos en sus lujosas comidas. Aunque opulento, y poseedor de muchos bienes y siervos, la vida de Job no era lujosa. No se dejó seducir por su entorno de vida superlativa ni se atiborró con los deleites de la carne, ni olvidó ofrecer holocaustos por su riqueza; esta no provocó, ni mucho menos, que se apartase gradualmente de Dios en su corazón. Es evidente, pues, que Job era disciplinado en su estilo de vida, y no era avaricioso o hedonista ni se obsesionaba con la calidad de vida resultante de las bendiciones de Dios sobre él. En vez de ello era humilde y modesto, así como cauto y cuidadoso delante de Dios; pensaba a menudo en Sus gracias y bendiciones, y le temía constantemente. En su vida diaria, Job se levantaba con frecuencia temprano para ofrecer holocaustos por sus hijos. Es decir, no sólo temía a Dios, sino que esperaba que sus hijos hiciesen lo propio y no pecasen contra Él. Su riqueza material no tenía sitio en su corazón, no reemplazaba la posición ostentada por Dios; tanto para sí mismo como para sus hijos los actos diarios guardaban, todos, relación con temerle y apartarse del mal. Su temor de Jehová Dios no se detenía en su boca, sino que entraba en acción, y se reflejaba en todas y cada una de las partes de su vida diaria. Esta conducta real dicha de Job nos muestra que era sincero, y poseía una esencia que amaba la justicia y las cosas positivas. Que Job enviara y santificara a menudo a sus hijos significa que no autorizaba ni aprobaba su comportamiento; más bien estaba harto del mismo en su corazón, y los condenaba. Había llegado a la conclusión de que la conducta de sus hijos no estaba agradando a Jehová Dios, y por tanto les instaba frecuentemente a presentarse delante de Él y confesar sus pecados. Las acciones de Job nos muestran otro lado de su humanidad: uno en el que nunca anduvo con aquellos que pecaban y ofendían frecuentemente a Dios, sino que se apartaba de ellos y los evitaba. Aunque se trataba de sus hijos, no abandonó sus propios principios porque fuesen de su familia ni transigió con sus pecados por sus propios sentimientos. Más bien, les instó a confesar y obtener la paciencia de Dios, y les advirtió que no lo abandonasen por causa de su propio disfrute codicioso. Los principios de cómo trataba Job a los demás eran inseparables de los de su temor de Dios y apartarse del mal. Amaba lo que Él aceptaba, aborrecía lo que Él detestaba, amaba a los que temían a Dios en sus corazones, y aborrecía a los que cometían maldades o pecaban contra Él. Ese amor y ese aborrecimiento se demostraban en su vida cotidiana, y eran la propia rectitud de Job percibida por los ojos de Dios. Naturalmente, esto es también la expresión y el vivir de la verdadera humanidad de Job en sus relaciones con otros en su vida diaria de las que debemos aprender ahora.

Las manifestaciones de la humanidad de Job durante sus pruebas (comprender la perfección de Job, su rectitud, su temor de Dios, y que se apartara del mal durante sus pruebas)

Lo que hemos compartido anteriormente son los diversos aspectos de la humanidad de Job expuestos en la vida diaria, antes de sus pruebas. Sin duda, estas manifestaciones diversas proveen una familiaridad inicial con la rectitud de Job y un entendimiento de ella, su temor de Dios, y apartarse del mal, era asimismo, una afirmación inicial de manera natural. La razón por la que digo “inicial” es que la mayoría de las personas no poseen un entendimiento real de la personalidad de Job y la medida en que buscó el camino de obedecer y temer a Dios. Es decir, el entendimiento que la mayoría de las personas tienen de Job no va más allá de la impresión en cierto modo favorable de él provista por sus palabras en la Biblia: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová” y “¿Recibiremos de la mano de Dios todas las cosas buenas y no recibiremos la maldad?”. Así pues, tenemos una gran necesidad de comprender cómo materializó Job su humanidad al recibir las pruebas de Dios; de esta forma, la misma se mostraría a todos en su totalidad.

Cuando Job oyó que le habían robado sus propiedades, que sus hijos habían perdido la vida, y que habían asesinado a sus sirvientes, reaccionó de la siguiente forma: “Entonces Job se levantó y rasgó su ropa; se afeitó la cabeza y cayó al suelo en adoración” (Job 1:20). Estas palabras nos narran un hecho: tras oír estas noticias, Job no entró en pánico, no lloró ni culpó a los sirvientes que le habían dado las noticias, y mucho menos inspeccionó la escena del crimen para investigar y verificar los porqués ni las razones y saber lo que ocurrió realmente. No exteriorizó ningún dolor o remordimiento por la pérdida de sus posesiones ni rompió a llorar por la pérdida de sus hijos amados. Por el contrario, rasgó su ropa, se afeitó la cabeza, cayó al suelo en adoración. Las acciones de Job son distintas a las del hombre ordinario. Confunden a muchas personas, y hacen que reprendan en sus corazones a Job por su “sangre fría”. Ante la pérdida repentina de sus posesiones, las personas normales aparecerían desconsoladas, o desesperadas; en algunos casos, hasta podrían caer en una profunda depresión. Esto se debe a que las propiedades de las personas representan en sus corazones toda una vida de esfuerzos, son aquello de lo que depende su supervivencia, la esperanza que las mantiene con vida. Su pérdida significa que sus esfuerzos han sido en balde, que están sin esperanza, e incluso que no tienen futuro. Esta es la actitud de cualquier persona normal respecto a sus propiedades y la estrecha relación que tiene con ellas, así como la importancia de las mismas a los ojos de los demás. Como tales, la gran mayoría de los seres humanos se sienten confundidos por la fría actitud de Job en relación a la pérdida de[b] sus propiedades. Hoy la confusión de todas estas personas explicando qué estaba ocurriendo en el corazón de Job.

El sentido común dicta que, habiéndole dado Dios tan abundantes bienes, Job debería sentirse avergonzado delante de Él por haberlos perdido, por no haberlos cuidado ni haberse preocupado por ellos; no se apegó a los bienes que Dios le había dado. Así pues, cuando oyó que le habían robado su propiedad, su primera reacción tendría que haber sido ir a la escena del crimen y tomar nota de todos los daños, [c] y seguidamente confesar a Dios para poder recibir una vez más Sus bendiciones. Sin embargo, Job no lo hizo; tenía sus propias razones para no hacerlo, claro está. En su corazón, creía profundamente que Dios le había concedido todo lo que poseía, que no había sido producto de su propio trabajo. Por tanto, él no consideró estas bendiciones como algo que se debía capitalizar, sino que tomó como sus principios de vida el aferrarse con uñas y dientes a la forma que él debería hacerlo. Apreciaba las bendiciones de Dios, y daba gracias por ellas, pero no estaba enamorado de ellas ni buscaba más. Esa era su actitud hacia la propiedad. Tampoco hizo nada para obtener bendiciones ni se preocupó o apenó por la ausencia o la pérdida de las bendiciones de Dios; tampoco fue alocado o delirantemente feliz por estas ni ignoró el camino de Dios, ni olvidó Su gracia por las bendiciones de las que disfrutaba con frecuencia. La actitud de Job hacia sus propiedades revela su verdadera humanidad a las personas: primeramente, no era un hombre codicioso, y era muy poco exigente en su vida material. En segundo lugar, Job nunca se preocupó ni tuvo temor de que Dios le quitara todo lo que tenía, que era su actitud de obediencia a Dios en su corazón; es decir, no tuvo exigencias ni quejas acerca de cuándo Dios le arrebataba algo, o si lo hacía, ni preguntó las razones de ello; sino que sólo buscó obedecer los arreglos de Dios. En tercer lugar, nunca creyó que sus bienes procedieran de su propio trabajo, sino que Él se los concedió. Esta era la fe de Job en Dios, un indicativo de su convicción. ¿Quedan claras la humanidad de Job y su verdadera búsqueda diaria, en este resumen de tres puntos? La humanidad y la búsqueda de Job eran parte esencial de su fría conducta al afrontar la pérdida de su propiedad. Precisamente por su búsqueda diaria Job logró la estatura y la convicción para declarar: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová”, durante las pruebas de Dios. Job no aprendió estas palabras de la noche a la mañana ni surgieron de golpe en su cabeza. Eran lo que él había visto y ganado durante muchos años de experimentar la vida. Comparado con todos aquellos que sólo buscan las bendiciones de Dios, y que temen que Él les quite algo, y lo odian y se quejan por ello, ¿no es la obediencia de Job muy real? Comparado con quienes creen que existe un Dios, pero nunca han creído que Él domine todas las cosas, ¿no posee Job una gran honestidad y rectitud?

La racionalidad de Job

Las experiencias prácticas de Job, así como su humanidad recta y honesta, significaban que hizo el juicio y las elecciones más racionales cuando perdió sus bienes y a sus hijos. Tales decisiones racionales eran inseparables de sus búsquedas diarias y de los hechos de Dios que había llegado a conocer durante su vida cotidiana. La honestidad de Job lo capacitó para creer que la mano de Jehová domina todas las cosas; su creencia le permitía conocer la realidad de la soberanía de Jehová Dios sobre todas las cosas; su conocimiento hizo que estuviese dispuesto a obedecer la soberanía y las disposiciones de Jehová Dios, y lo capacitó para ello; su obediencia le permitió ser más y más verdadero en su temor de Él; su temor lo hizo más y más real en su forma de apartarse del mal; en última instancia, Job se volvió perfecto, porque temía a Dios y se apartaba del mal; y su perfección lo hizo sabio, y le proporcionó la máxima racionalidad.

¿Cómo deberíamos entender esta palabra “racional”? Su interpretación literal es tener sentido común, ser lógico y sensato en la forma de pensar, ser de palabras, acciones y juicios sensatos, y poseer estándares morales prudentes y correctos. No obstante, la racionalidad de Job no se explica con tanta facilidad. Cuando se dice aquí que Job poseía la racionalidad máxima, guarda relación con su humanidad y su conducta delante de Dios. Al ser honesto, Job era capaz de creer en la soberanía de Dios y obedecerla, y esto le proporcionó un conocimiento que otros no podían obtener. Esto lo capacitó para discernir, juzgar y definir con mayor precisión lo que le aconteció, permitiéndole así decidir de forma más exacta y perspicaz qué hacer y a qué aferrarse con firmeza. Es decir, sus palabras, su conducta, los principios subyacentes a sus actos, y el código mediante el cual actuaba, eran correctos, claros y específicos, en lugar de ciegos, impulsivos o emocionales. Sabía cómo lidiar con todo lo que le ocurría, cómo equilibrar y manejar las relaciones entre acontecimientos complejos, cómo aferrarse al camino al que debía asirse con firmeza y, además, sabía cómo lidiar con lo que Jehová Dios le daba y le quitaba. Esta era la racionalidad de Job, la que le permitió decir “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová”, cuando perdió sus activos y sus hijos.

Cuando Job afrontó el enorme dolor del cuerpo, y las amonestaciones de sus familiares y amigos, y cuando se enfrentó a la muerte, su conducta práctica les demostró una vez más a todos cuál era su verdadera cara.

La cara real de Job: verdadera, pura y sin falsedad

Leamos lo siguiente: “Entonces Satanás salió de la presencia de Jehová y atormentó a Job con una sarna dolorosa desde la planta de sus pies hasta la parte superior de su cabeza. Y agarraba un pedazo de vasija para que se rascara y estaba sentado en medio de cenizas” (Job 2:7-8). Esta es una descripción de la conducta de Job cuando las llagas aparecieron por todo su cuerpo. En ese momento, se sentó sobre cenizas para soportar su dolor. Nadie trataba con él ni le ayudaba a aliviar el dolor de su cuerpo; tenía que usar un tiesto para rascarse las llagas. Superficialmente, era tan sólo una etapa en el tormento de Job, y no tiene relación con su humanidad ni con su temor de Dios, porque Job no dijo nada que pusiese de manifiesto su estado de ánimo ni sus opiniones, en aquel momento. Sin embargo, sus acciones y su conducta siguen siendo una expresión verdadera de su humanidad. En el relato del capítulo anterior leímos que Job era el más grande de todos los orientales. Mientras tanto, este pasaje del segundo capítulo nos muestra que este gran hombre de Oriente debía tomar un tiesto para rascarse, mientras estaba sentado en medio de las cenizas. ¿No existe un contraste obvio entre estas dos descripciones? Es un contraste que nos muestra el verdadero ser de Job: a pesar de su posición y estatus de prestigio, nunca los había amado ni les había prestado atención alguna; no le preocupaba cómo vieran otros su posición ni que sus acciones o conducta pudieran tener un efecto negativo en la misma; no se entregó al disfrute de los beneficios del estatus ni disfrutó de la gloria que venía con el estatus y la posición. Sólo le importaba su propia valía y el sentido de su vivir a los ojos de Jehová Dios. El verdadero ser de Job era su propia esencia: no amaba la fama ni la fortuna, ni vivía para ellas; era sincero, puro, y sin falsedad.

La separación de Job del amor y el odio

Otro lado de la humanidad de Job se pone de manifiesto en este diálogo entre él y su esposa: “Entonces su esposa le dijo: ¿Todavía mantienes tu integridad? Maldice a Dios y muérete. Pero él le dijo: Tú hablas como habla una mujer tonta. ¿Qué? ¿Recibiremos de la mano de Dios todas las cosas buenas y no recibiremos la maldad?” (Job 2:9-10). Viendo el tormento que estaba sufriendo, la esposa de Job intentó aconsejarle para ayudarle a escapar de este, pero las “buenas intenciones” no obtuvieron la aprobación de Job; más bien, despertaron su enojo, porque ella negaba su fe en Jehová Dios, su obediencia a Él y también Su existencia. Esto le resultaba intolerable, porque él nunca se había permitido hacer nada que se opusiera a Dios o le hiciera daño, por no mencionar a los demás. ¿Cómo podía permanecer indiferente cuando oía a otros blasfemar contra Dios y le insultaban? Por eso llamó a su esposa “mujer tonta”. La actitud de Job hacia ella era de enojo y odio, así como de reproche y reprimenda. Era la expresión natural de la humanidad de Job que diferenciaba entre el amor y el odio, y una representación verdadera de su recta humanidad. Job poseía un sentido de la justicia que le hacía odiar los vientos y las mareas de la maldad, así como aborrecer, condenar y rechazar la absurda herejía, los argumentos ridículos, y las afirmaciones disparatadas, y le permitía aferrarse a sus propios principios y su postura correctos cuando las masas lo rechazaron y sus seres cercanos desertaron de él.

La bondad y la sinceridad de Job

Dado que podemos ver la expresión de diversos aspectos de la humanidad de Job en su conducta, ¿qué vemos la humanidad de Job cuando abrió su boca para maldecir el día de su nacimiento? Este es el tema que compartiremos a continuación.

Con anterioridad he hablado de por qué maldijo Job el día de su nacimiento. ¿Qué veis en esto? Si él hubiera sido insensible, sin amor, frío y sin emociones, y despojado de humanidad, ¿podría haberse preocupado por el deseo del corazón de Dios? ¿Y podría haber despreciado el día de su nacimiento por su preocupación por el corazón de Dios? En otras palabras, si Job hubiera sido insensible y sin humanidad, ¿se habría angustiado por el dolor de Dios? ¿Habría maldecido el día de su nacimiento porque afligiera a Dios? La respuesta es: ¡rotundamente no! Como era bondadoso, se preocupaba por el corazón de Dios; y como se preocupaba por el corazón de Dios, sentía Su dolor; como era bondadoso, sufría un mayor tormento como consecuencia de sentir el dolor de Dios; como sentía el dolor de Dios, comenzó a aborrecer el día de su nacimiento, y por eso lo maldijo. Para los extraños, toda la conducta de Job mientras duraron sus pruebas es ejemplar. Sólo su maldición del día de su nacimiento deja un interrogante sobre su perfección y rectitud, o provee una valoración diferente. En realidad, esta fue la expresión más verdadera de la esencia de su humanidad. Esta no estaba oculta ni empaquetada, ni la revisaba nadie más. Cuando maldijo el día de su nacimiento, demostró la bondad y la sinceridad existentes en lo profundo de su corazón; era como un manantial cuyas aguas son tan claras y transparentes que revelan su fondo.

Una vez sabido todo esto sobre Job, la mayoría de las personas podrán hacer una valoración más precisa y objetiva de la esencia de su humanidad. También deberían tener un entendimiento y una apreciación profundos, prácticos y más avanzados de la perfección y la rectitud de Job a las que Dios se refiere. Con suerte, este entendimiento y esta apreciación ayudarán a las personas a embarcarse en el camino de temer a Dios y apartarse del mal.

La relación entre el hecho de que Dios entregara a Job a Satanás y los objetivos de Su obra

Aunque la mayoría de las personas reconoce ahora que Job era perfecto y recto, y que temía a Dios y se apartaba del mal, este reconocimiento no les proporciona mayor entendimiento del propósito divino. Al mismo tiempo que envidian la humanidad y la búsqueda de Job, le plantean la siguiente pregunta a Dios: Job era tan perfecto y recto, las personas lo adoran tanto, entonces, ¿por qué lo entregó Dios a Satanás y lo sometió a tanto tormento? Estas preguntas están destinadas a existir en los corazones de muchas personas o, más bien, esta duda es la pregunta en ellos. Como ha confundido a tanta gente, debemos poner esta cuestión sobre la mesa y explicarla de manera adecuada.

Todo lo que Dios hace es necesario, y posee un sentido extraordinario, porque todo lo que lleva a cabo en el hombre concierne a Su gestión y la salvación de la humanidad. Naturalmente, la obra que Dios realizó en Job no es distinta, aunque Job fuera perfecto y recto a los ojos de Dios. En otras palabras, independientemente de lo que Él hace o de los medios por los que lo hace, del coste o de Su objetivo, el propósito de Sus acciones no cambia. Su objetivo consiste en introducir en el hombre las palabras, los requisitos y la voluntad de Dios para él; dicho de otro modo, esto es producir en el ser humano todo lo que Él cree positivo según Sus pasos, permitiéndole comprender Su corazón y entender Su esencia, así como obedecer Su soberanía y Sus disposiciones, para que él pueda alcanzar el temor de Dios y apartarse del mal; todo esto es un aspecto del propósito de Dios en todo lo que Él hace. El otro aspecto es que, siendo Satanás el contraste y el objeto de servicio en la obra de Dios, el hombre queda a menudo en sus manos; este es el medio que Él usa para permitirles ver a las personas la maldad, la fealdad y lo despreciable de Satanás en medio de las tentaciones y los ataques, provocando así que las personas lo aborrezcan y sean capaces de conocer y reconocer aquello que es negativo. Este proceso les permite liberarse gradualmente del control de Satanás, de sus acusaciones, interferencias y ataques hasta que, gracias a las palabras de Dios, su conocimiento de Él y su obediencia a Él, así como su fe en Él y su temor de Él, triunfen sobre los ataques y las acusaciones de Satanás. Sólo entonces se habrán liberado por completo del ámbito de Satanás. La liberación de las personas significa que ha sido derrotado, que ellas han dejado de ser comida en su boca y que, en lugar de tragárselos, Satanás ha renunciado a ellos. Esto se debe a que esas personas son rectas, tienen fe, obediencia, y le temen a Dios, y porque rompen del todo con Satanás. Acarrean vergüenza sobre este, lo convierten en un cobarde, y lo derrotan por completo. Su convicción al seguir a Dios, su obediencia a Él y su temor de Él derrotan a Satanás, y hacen que este los abandone completamente. Sólo las personas como estas han sido verdaderamente ganadas por Dios, y este es Su objetivo supremo al salvar al hombre. Si desean ser salvados y totalmente ganados por Dios, entonces todos los que le siguen deben afrontar tentaciones y ataques, tanto grandes como pequeños, de Satanás. Los que emergen de estas tentaciones y ataques, y son capaces de derrotar por completo a Satanás son aquellos a los que Dios ha salvado. Es decir, los salvos en Él son los que han pasado por Sus pruebas, y han sido tentados y atacados por Satanás innumerables veces. Estos entenderán Su voluntad y Sus requisitos, pueden someterse a Su soberanía y a Sus disposiciones, y no abandonan el camino de temer a Dios y apartarse del mal en medio de las tentaciones de Satanás. Los salvados en Él son honestos, bondadosos, diferencian entre el amor y el odio, tienen sentido de la justicia, son racionales, capaces de preocuparse por Dios y valorar todo lo que es de Él. Satanás no puede atar, espiar, acusar a estas personas ni maltratarlas; son completamente libres, han sido liberadas y puestas por completo en libertad. Job era exactamente ese hombre de libertad, y este es justo la relevancia de que Dios lo entregara a Satanás.

Satanás maltrató a Job, pero este obtuvo libertad y liberación eternas, así como el derecho a no estar sometido nunca más a la corrupción, al abuso y a las acusaciones de Satanás, para vivir a la luz del rostro de Dios, libre y sin estorbos, en medio de las bendiciones de Dios para Él. Nadie podía quitarle, destruir, u obtener este derecho. Se le había concedido como contraprestación por su fe, su determinación, su obediencia a Dios y su temor de Él; Job pagó el precio de su vida para obtener gozo y felicidad sobre la tierra, el derecho y la legitimación ordenados por el Cielo y reconocidos en la tierra, de adorar al Creador sin interferencias como una verdadera criatura de Dios en la tierra. Esas fueron las mayores consecuencias de las tentaciones que Job soportó.

Cuando las personas tienen que ser salvas aún, Satanás interfiere a menudo en sus vidas y hasta las controla. En otras palabras, los que no son salvos son sus prisioneros, no tienen libertad; él no ha renunciado a ellos, no son aptos ni tienen derecho de adorar a Dios, y Satanás los persigue de cerca y los ataca despiadadamente. Esas personas no tienen felicidad ni derecho a una existencia normal, ni dignidad de los que hablar. Sólo serás salvo y libre si te levantas y luchas contra él, usando tu fe en Dios, tu obediencia a Él y tu temor de Él como armas para librar una batalla a vida o muerte contra él, y lo derrotas por completo, haciéndole huir con el rabo entre las patas, acobardado cada vez que te vea, y abandonando completamente sus ataques y sus acusaciones contra ti. Si estás decidido a romper totalmente con Satanás, pero no estás equipado con las armas que te ayudarán a derrotarlo, seguirás estando en peligro; si el tiempo pasa y él te ha torturado tanto que no te queda ni una pizca de fuerza, pero sigues siendo incapaz de dar testimonio, sigues sin liberarte por completo de las acusaciones y los ataques de Satanás contra ti, tendrás poca esperanza de salvación. Al final, cuando se proclame la conclusión de la obra de Dios, seguirás estando en sus garras, incapaz de liberarte, y por tanto no tendrás nunca oportunidad ni esperanza. La implicación es, pues, que esas personas serán totalmente cautivas de Satanás.

Acepta las pruebas de Dios, vence las tentaciones de Satanás, y permite que Él gane todo tu ser

Durante la obra de Su provisión y sustento continuos del hombre, Dios le comunica a este Su voluntad y todos Sus requisitos, y le muestra Sus hechos, Su carácter, y lo que Él tiene y es. El objetivo es equipar al hombre con una estatura, y permitirle obtener diversas verdades suyas mientras este le sigue, verdades que son las armas que Él proporciona para luchar contra Satanás. Equipado así, el hombre debe afrontar las pruebas de Dios. Él tiene muchos medios y vías para ponerle a prueba, pero cada uno de ellos requiere la “cooperación” del enemigo de Dios: Satanás. Es decir, habiéndole dado las armas con las que luchar contra Satanás, Dios le entrega el hombre a este y le permite “probar” su estatura. Si el hombre puede romper las formaciones de batalla de Satanás, escapar de su cerco y seguir viviendo, habrá superado la prueba. Pero si es incapaz de hacerlo, y se somete a Satanás, no lo habrá conseguido. Cualquiera que sea el aspecto del hombre que Dios examine, el criterio de Su examen consiste en ver si se mantiene o no firme en su testimonio cuando Satanás le ataque, o si abandona o no a Dios, rindiéndose y sometiéndose a él cuando este lo tiene atrapado. Puede decirse que, que el hombre pueda ser o no salvado, depende de que él pueda superar y derrotar a Satanás; y que él pueda ganar o no la libertad, depende de que sea capaz de levantar, por sí mismo, las armas que Dios le ha dado para superar la esclavitud de Satanás, haciendo que este abandone por completo la esperanza y lo deje en paz. Si Satanás pierde la esperanza y renuncia a alguien, quiere decir que nunca más intentará quitarle esa persona a Dios, nunca más la acusará ni interferirá en ella, no la torturará ni atacará más gratuitamente; Dios sólo ganará verdaderamente a alguien así. Este es todo el proceso por el cual Dios gana a las personas.

La advertencia y la ilustración provistas por el testimonio de Job para las generaciones posteriores

Al mismo tiempo que las personas entienden el proceso por el cual Dios gana totalmente a alguien, también entienden los objetivos y la relevancia de la consignación de Job a Satanás hecha por Dios. Su tormento ya no inquieta a las personas que aprecian su relevancia de una forma nueva. Ya no les preocupa verse sometidas a la misma tentación que Job ni se oponen más a la llegada de las pruebas de Dios ni las rechazan. La fe, la obediencia y el testimonio de Job de su victoria sobre Satanás han sido una fuente de inmensa ayuda y aliento para los seres humanos. En Job ven esperanza para su propia salvación, y perciben que a través de la fe, la obediencia y el temor de Dios es totalmente posible derrotar a Satanás, y prevalecer sobre él. Ven que mientras se sometan a la soberanía y las disposiciones de Dios, y posean la determinación y la fe para no abandonarle después de haberlo perdido todo, pueden acarrear vergüenza y derrotar sobre Satanás, y que sólo necesitan poseer la determinación y la perseverancia de mantenerse firmes en su testimonio —aunque esto signifique perder su vida— para que este se acobarde y se retire apresuradamente. El testimonio de Job es una advertencia para las generaciones posteriores, y les indica que si no derrotan a Satanás, nunca podrán librarse de sus acusaciones e interferencias ni podrán escapar jamás de sus abusos y ataques. El testimonio de Job ha esclarecido a las generaciones posteriores. Este esclarecimiento enseña a las personas que sólo siendo perfectas y rectas son capaces de temer a Dios y apartarse del mal; les enseña que sólo temiendo a Dios y apartándose del mal pueden dar un testimonio fuerte y resonante de Dios; sólo si dan un testimonio fuerte y resonante de Dios, nunca más podrán ser controladas por Satanás y vivir bajo la dirección y protección de Dios, y sólo entonces serán verdaderamente salvas. Todos los que procuran la salvación deberían emular la personalidad de Job y la búsqueda de su vida. Lo que él vivió durante toda su vida y su conducta en medio de sus pruebas es un preciado tesoro para todos los que buscan el camino de temer a Dios y apartarse del mal.
Notas al pie:

  1. El texto original omite “la pérdida de”.
  2. El texto original omite “que habían ido”.