La obra de Dios, el carácter de Dios, y Dios mismo II continuación de Parte 4

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Las muchas malinterpretaciones de las personas sobre Job

Las dificultades sufridas por Job no fueron obra de mensajeros enviados por Dios ni las provocó Su propia mano, sino que fue Satanás, el enemigo de Dios, quien las causó personalmente. En consecuencia, fueron de un nivel profundo. Sin embargo, Job demostró en ese momento y sin reservas, el conocimiento cotidiano de Dios que había en su corazón, los principios de sus acciones de cada día, y su actitud hacia Dios, y este es el hecho. Si Job no hubiera sido tentado, si Dios no le hubiera puesto pruebas, cuando él dijo: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová”, dirías que era un hipócrita; Dios le había dado muchos bienes, y por supuesto que bendecía el nombre de Jehová. Si antes de verse sometido a las pruebas Job hubiera dicho: “¿Recibiremos de la mano de Dios todas las cosas buenas y no recibiremos la maldad?”, dirías que estaba exagerando, y que no renegaría del nombre de Dios ya que Su mano lo bendecía con frecuencia. Si Dios hubiera traído el desastre sobre él, sin duda habría renegado de Su nombre. Sin embargo, cuando se vio en circunstancias que nadie desea ni quiere ver, ni que le sobrevengan, que las personas temerían sufrir, circunstancias que ni siquiera Dios soportaría ver, Job seguía siendo capaz de aferrarse a su integridad: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová” y “¿Recibiremos de la mano de Dios todas las cosas buenas y no recibiremos la maldad?”. Frente a la conducta de Job en ese tiempo, aquellos a quienes les gusta proferir palabras altisonantes, así como letras y doctrinas, se quedan sin habla. La integridad a la que Job se aferró condena a quienes sólo ensalzan el nombre de Dios en su discurso, pero nunca han aceptado Sus pruebas, y su testimonio juzga a los que nunca han creído que el hombre fuera capaz de agarrarse firmemente al camino de Dios. Ante su comportamiento durante estas pruebas y las palabras que pronunció, algunos se sentirán confusos; otros, envidiosos; otros tendrán dudas y otros incluso parecerán poco interesadas, encogiendo la nariz ante el testimonio de Job, porque no sólo ven el tormento que cayó sobre Job durante las pruebas y leen las palabras que habló, sino que ven también que traiciona la “debilidad” humana cuando caen sobre él las pruebas. Esta “debilidad” que ellos consideran la supuesta imperfección en la perfección de Job, la mancha en un hombre perfecto a los ojos de Dios. Es decir, se cree que quienes son perfectos son intachables, sin mácula o mancha, que no tienen debilidades ni conocimiento del dolor, que nunca se sienten infelices ni desalentados, que no sienten odio ni tienen un comportamiento exterior extremo; como consecuencia, la gran mayoría de las personas no creen que Job fuera verdaderamente perfecto. No aprueban gran parte de su comportamiento durante sus pruebas. Por ejemplo, cuando Job perdió sus propiedades y a sus hijos, no rompió a llorar, como se podría imaginar. Su “falta de decoro” induce a pensar que era frío, porque no lloraba por su familia ni la amaba. Esta es la mala impresión que Job de entrada produce en las personas. Consideran que, después de aquello, su comportamiento fue incluso más desconcertante: algunos han interpretado “rasgó su ropa” como una falta de respeto a Dios, y creen erróneamente que “se afeitó la cabeza” significa blasfemia y oposición a Dios por parte de Job. Aparte de sus palabras “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová”, las personas no disciernen en Job la justicia alabada por Dios, y por tanto la valoración que la mayoría de ellos hace de él no es más que incomprensión, malinterpretación, duda, condenación y aprobación tan sólo en la teoría. Ninguno de ellos es capaz de entender de verdad ni apreciar las palabras de Jehová Dios respecto a que Job era un hombre perfecto y recto, que temía a Dios y se apartaba del mal.

En base a su impresión anterior de Job, las personas tienen más dudas de su justicia, porque sus acciones y su conducta registradas en las escrituras no fueron tan trascendentalmente conmovedoras como ellas habrían imaginado. No sólo no llevó a cabo hecho grandioso alguno, sino que también tomó un tiesto para rascarse mientras estaba sentado entre las cenizas. Este acto también asombra a las personas y las hace dudar —y hasta negar— la justicia de Job, porque mientras se rascaba no oraba a Dios ni se comprometía con Él; además, tampoco se le vio derramar lágrimas de dolor. En este momento, las personas sólo ven las debilidades de Job y nada más, y así, incluso cuando le oyen decir: “¿Recibiremos de la mano de Dios todas las cosas buenas y no recibiremos la maldad?”, no se conmueven en absoluto, están indecisos y son incapaces de discernir la justicia de Job a partir de sus palabras. La impresión básica que produce en las personas durante el tormento de sus pruebas es que no era rastrero ni arrogante. Ya no ven la historia subyacente a su comportamiento, que se desarrollaba en las profundidades de su corazón ni tampoco el temor de Dios que había en este, ni su observancia del principio del camino de apartarse del mal. Su ecuanimidad hace que las personas piensen que su perfección y rectitud no fueran sino palabras vacías, que su temor de Dios era simplemente un rumor; entretanto, la “debilidad” que revelaba externamente deja una profunda impresión en ellas, dándoles una “nueva perspectiva” y hasta un “nuevo entendimiento” del hombre que Dios define como perfecto y recto. Esa “nueva perspectiva” y ese “nuevo entendimiento” se demostraron cuando Job abrió su boca y maldijo el día en que nació.

Aunque el nivel de tormento que sufrió es inimaginable e incomprensible para cualquier hombre, Job no pronunció palabras de herejía, sino que tan sólo alivió el dolor de su cuerpo por sus propios medios. Como se registra en las Escrituras, él dijo: “Que muera el día cuando nací y la noche en que se dijo: Que se conciba un niño” (Job 3:3). Es posible que estas palabras no le hayan parecido importantes a nadie, o tal vez haya quien sí les ha prestado atención. En vuestra opinión, ¿significan que Job se opuso a Dios? ¿Son una queja contra Él? Sé que muchos de vosotros tenéis ciertas ideas respecto a estas palabras que Job pronunció y creéis que si era perfecto y recto no debería haber mostrado debilidad o pesar algunos, y que más bien debería haber afrontado con positividad cualquier ataque de Satanás, e incluso haber sonreído frente a sus tentaciones. No debería haber tenido la más mínima reacción a ninguno de los tormentos que Satanás provocó en su carne ni haber traicionado ninguna de las emociones de su corazón. Hasta tendría que haberle pedido a Dios que endureciese aún más estas pruebas. Es lo que debería demostrar y poseer alguien que se mantiene firme, teme realmente a Dios y se aparta del mal. En medio de este tormento extremo, Job maldijo el día de su nacimiento. No se quejó de Dios, y mucho menos tuvo la intención de oponerse a Él. Esto es mucho más fácil de decir que de hacer, porque desde la antigüedad hasta ahora, nadie ha experimentado nunca las tentaciones de Job ni ha sufrido lo que cayó sobre él. ¿Y por qué no se ha visto nadie más sometido al mismo tipo de tentación que Job? Porque, tal como Dios lo ve, nadie es capaz de soportar esa responsabilidad o comisión; nadie podría hacerlo como Job y, además, aparte de maldecir el día de su nacimiento, nadie podría no renegar del nombre de Jehová Dios y seguir bendiciéndole como hizo él cuando ese tormento cayó sobre él. ¿Podría hacerlo alguien? Cuando afirmamos esto respecto a Job, ¿estamos elogiando su comportamiento? Él era un hombre justo, capaz de dar semejante testimonio de Dios, y de hacer que Satanás huyera con las manos en la cabeza, de manera que nunca más volviera a presentarse ante Dios para acusarlo; ¿qué hay de malo, pues en elogiarlo? ¿No será que tenéis estándares más elevados que los de Dios? ¿Acaso actuaríais mejor que Job cuando las pruebas vinieran sobre vosotros? Dios alabó a Job; ¿qué podríais tener que objetar?

Job maldice el día de su nacimiento porque no quiere que Dios sienta dolor por él

Con frecuencia digo que Dios mira dentro del corazón de las personas, y que estas consideran lo exterior. Como Él ve el interior de la persona, entiende su esencia, mientras que el ser humano define la esencia de otra persona basándose en su exterior. Cuando Job abrió la boca y maldijo el día de su nacimiento, este acto asombró a todos los personajes espirituales, incluidos sus tres amigos. El hombre procedía de Dios, y debía estar agradecido por la vida y la carne, así como por el día de su nacimiento que Dios le había concedido; no debía maldecirlos. Esto es comprensible y concebible para la mayoría de las personas. Cualquiera que siga a Dios sabe que este entendimiento es sagrado e inviolable; es una verdad que nunca puede cambiar. Por el contrario, Job quebrantó las reglas: maldijo el día de su nacimiento. Es un acto que la mayoría de las personas consideran como la entrada a un territorio prohibido. No da derecho al entendimiento ni a la simpatía de los demás, ni tampoco al perdón de Dios. Al mismo tiempo, son más las personas que dudan de la justicia de Job, porque se diría que el favor de Dios hacia él le volvió autoindulgente, le hizo tan atrevido y temerario que no sólo no le dio gracias a Dios por bendecirlo y cuidarlo durante su vida, sino que condenó el día de su nacimiento a la destrucción. ¿Qué es esto, sino oposición a Dios? Este tipo de superficialidades proporciona la prueba a algunos para condenar este acto de Job, ¿pero quién puede saber qué estaba pensando él en realidad en ese momento? ¿Y quién puede saber la razón por la cual actuó así? Sólo Dios y el propio Job conocen aquí la verdad de la historia y las razones.

Cuando Satanás extendió su mano para afligir los huesos de Job, este cayó en sus garras, sin medios para escapar ni fuerza para resistir. Su cuerpo y su alma sufrieron un dolor enorme, y este dolor le hizo tomar profunda consciencia de la insignificancia, la fragilidad y la impotencia del hombre que vive en la carne. Adquirió, asimismo, un profundo entendimiento de por qué Dios quiere preocuparse por la humanidad y cuidar de ella. En las garras de Satanás, Job se dio cuenta de que el hombre, de carne y hueso, es realmente impotente y débil. Cuando se arrodilló y oró a Dios, sintió que Él se tapaba la cara, y se escondía, porque lo había dejado por completo en las manos de Satanás. Al mismo tiempo, Dios también lloró y se sintió acongojado por él; a Dios le dolía su dolor, le herían sus heridas… Job sentía el dolor de Dios, y lo insoportable que aquello era para Él… No quería acarrear más pesar sobre Dios ni que este llorara por él, y mucho menos que sufriese por él. En aquel momento sólo quería despojarse de su carne para no soportar más el dolor que esta traía sobre él, porque esto haría que Dios dejara de sentirse atormentado por su dolor; pero no podía, y no sólo tenía que tolerar el dolor de la carne, sino también el tormento de no querer inquietar a Dios. Estos dos dolores —el de la carne y el del espíritu— produjeron un sufrimiento desgarrador y devastador sobre Job, y le hicieron sentir que las limitaciones del hombre, que es de carne y hueso, pueden hacer que uno se sienta frustrado e inútil. Bajo estas circunstancias, su anhelo de Dios fue más ardiente, y su aborrecimiento hacia Satanás más intenso. En aquel momento, Job habría preferido no haber nacido nunca en este mundo del hombre, no existir, antes que ver a Dios llorar o sentir dolor por su causa. Comenzó a aborrecer profundamente su carne, a sentirse asqueado y cansado de sí mismo, del día de su nacimiento e incluso de todo lo relacionado consigo mismo. No quería que ya se hiciera mención alguna de su día de nacimiento ni de nada que tuviera algo que ver con ello, así que abrió su boca y maldijo el día de su nacimiento: “Que muera el día cuando nací y la noche en que se dijo: Que se conciba un niño. Que ese día sea oscuridad; que Dios no lo tenga en cuenta desde lo alto ni que tampoco brille la luz sobre él” (Job 3:3-4). Las palabras de Job trasmiten su aborrecimiento de sí mismo, “Que muera el día cuando nací y la noche en que se dijo: Que se conciba un niño”, así como la sensación de su reprobación y endeudamiento por causarle dolor a Dios, “Que ese día sea oscuridad; que Dios no lo tenga en cuenta desde lo alto ni que tampoco brille la luz sobre él”. Estos dos pasajes son la expresión definitiva de cómo se sentía Job entonces, y demuestran plenamente a todos su perfección y rectitud. Al mismo tiempo, tal como Job había deseado, su fe y su obediencia a Dios, así como su temor de Él, eran realmente elevados. Por supuesto, este era precisamente el efecto que Dios había esperado.

Job derrota a Satanás y se convierte en un hombre de verdad a los ojos de Dios

Cuando Job pasó por primera vez por sus pruebas, fue despojado de todas sus propiedades y de sus hijos, pero el resultado no fue que cayera o dijera algo que supusiera pecar contra Dios. Había vencido las tentaciones de Satanás, sus bienes materiales y sus hijos, y la prueba de perder todas sus posesiones materiales, es decir, que fue capaz de obedecer a Dios al despojarlo y ofrecerle gracias y alabar a Dios por esa razón. Esta fue la conducta de Job durante la primera tentación de Satanás, y también su testimonio durante la primera prueba de Dios. En la segunda prueba, Satanás extendió su mano para afligir a Job, y aunque este experimentó un dolor mayor que el que hubiera sentido jamás, su testimonio seguía siendo suficiente para que todos quedaran atónitos. Usó su fortaleza, su convicción y su obediencia a Dios, así como su temor de Él, para derrotar una vez más a Satanás, y su conducta y testimonio fueron una vez más aprobados y favorecidos por Dios. Durante esta tentación, Job usó su conducta real para proclamarle a Satanás que el dolor de la carne no podía alterar su fe y su obediencia a Dios ni quitarle su consagración y temor a Dios; no renunciaría a Él ni abandonaría su perfección y rectitud por enfrentarse a la muerte. La determinación de Job hizo de Satanás un cobarde, su fe lo dejó apocado y temblando, la fuerza de su batalla a vida o muerte con Satanás alimentó en este un odio y un resentimiento profundos, su perfección y su rectitud lo dejaron sin nada más que poder hacerle, hasta el punto de que Satanás abandonó sus ataques sobre él y dejó de acusarlo delante de Jehová Dios. Esto significaba que Job había vencido al mundo, a la carne, a Satanás, a la muerte; era total y completamente un hombre que pertenecía a Dios. Durante estas dos pruebas, Job se mantuvo firme en su testimonio, vivió realmente su perfección y rectitud, y amplió el alcance de sus principios de vida de temer a Dios y apartarse del mal. Habiendo pasado por estas dos pruebas, en Job nació una experiencia más rica que lo hizo más maduro y experimentado, más fuerte, y de mayor convicción; aumentó su confianza en lo correcto y el valor de la integridad a la que se asía con firmeza. Las pruebas de Jehová Dios sobre Job le proporcionaron un profundo entendimiento, un hondo sentido de la preocupación de Dios por el hombre, y le permitieron sentir lo precioso de Su amor. Desde ese momento, a su temor de Dios se añadieron la consideración hacia Él y el amor por Él. Las pruebas de Jehová Dios no sólo no distanciaron a Job de Él, sino que acercaron su corazón a Él. Cuando el dolor carnal que Job soportó alcanzó su punto álgido, la preocupación que sintió de parte de Jehová Dios no le dio más elección que maldecir el día de su nacimiento. No planeó esa conducta con gran antelación, sino que fue una revelación natural surgida de la consideración y del amor hacia Dios desde el interior de su corazón; fue una revelación natural producida por su consideración y su amor hacia Dios. Es decir, al aborrecerse a sí mismo, ya no estaba dispuesto a atormentar a Dios ni podía soportarlo; su consideración y su amor alcanzaron el punto de la abnegación. En ese momento, Job elevó su adoración, su anhelo de Dios y su consagración a Él de toda la vida, hasta el nivel de la consideración y el amor. Al mismo tiempo, también elevó su fe en Dios, su obediencia a Él y su temor de Él hasta el nivel de la consideración y del amor. No se permitió hacer nada que dañase a Dios, ninguna conducta que pudiera herirlo ni causarle dolor, pesar, o incluso tristeza a Dios por culpa suya. A Sus ojos, aunque Job seguía siendo el de antes, su fe, su obediencia y su temor de Él le habían producido una satisfacción y un disfrute completos. En este momento, Job había alcanzado la perfección que Dios esperaba que alcanzara, se había convertido en alguien verdaderamente digno de ser llamado “perfecto y recto” a Sus ojos. Sus hechos justos le permitieron vencer a Satanás y mantenerse firme en su testimonio de Dios. También lo perfeccionaron, y permitieron que el valor de su vida se incrementara y trascendiera más que nunca, y que él fuera la primera persona a la que Satanás ya no atacara ni tentara más. Como Job era justo, Satanás lo acusó y lo tentó; como era justo, le fue entregado; y como era justo, lo venció y lo derrotó, y se mantuvo firme en su testimonio. De ahí en adelante, Job pasó a ser el primer hombre que nunca más sería entregado a Satanás. Job compareció realmente delante del trono de Dios, y vivió en la luz, bajo Sus bendiciones, sin el espionaje o la ruina de Satanás… A los ojos de Dios, se había convertido en un hombre de verdad, había sido liberado…